Viajemos a 1987, cuando Fernando B. y Graciela D. se conocieron en un colegio de Berazategui. Ella, casi a sus 16 años, y él, con 17, entablaron una relación que comenzó con un beso en una matinee, en medio de un contexto familiar y social complicado. Fernando relata que, aunque su relación era distinta a la de la familia estricta de Graciela —cuya madre era militar y hermana menor en una familia estructurada—, su amor fue fuerte y duradero.
Desde el inicio, enfrentaron resistencia familiar: Graciela no contó a sus padres sobre su noviazgo y solo lograron que su padre le diera permiso para visitarla tras una charla improvisada. Por su parte, la madre de Fernando también mostraba reticencias, aunque su padre fue quien los apoyó sin condiciones, dado su carácter más abierto.
En 1988, la familia de Graciela fue trasferida a Río Grande, en Tierra del Fuego, separándolos físicamente. La despedida fue devastadora: Fernando recuerda cómo casi se fugan en el aeropuerto y cómo la distancia los afectó profundamente. A pesar de la separación, continuaron en contacto, y en 1989 descubrieron que Graciela estaba embarazada.
La noticia fue un golpe emocional para ambos. Fernando, con apoyo de su padre, decidió seguir adelante y no considerar una interrupción del embarazo. Con esfuerzo y con ayuda de familiares, lograron que se casaran por civil y posteriormente por iglesia, pese a la oposición y la falta de una vivienda propia en ese momento.
Tras el nacimiento de su primera hija, M., en 1990, la pareja atravesó varias dificultades económicas y familiares, pero su amor permaneció firme. Fernando dejó sus estudios y empezó a trabajar en un negocio de ortopedia, eventualmente comprando una casa y formando su familia con más hijos: X., V., y actualmente 20 años, todas con sentimientos de amor y compromiso deep a la relación.
El relato también evidencia las dificultades en las relaciones con sus familias extendidas, con quienes mantienen un vínculo distante. Sin embargo, la pareja señala que su unión, forjada en adversidades, es indisoluble, y que su mensaje para quienes enfrentan prejuicios es claro: ama de verdad, peleando hasta el final, siempre hay recompensa.
Fernando, además, se ha dedicado a la música y en los últimos años compuso y grabó una canción que refleja sus sentimientos. Ambos disfrutan de su vida en pareja, los viajes, sus hobbies y el acompañamiento de sus hijas, con quienes mantienen un lazo sólido y lleno de amor.
Esta historia, que comenzó con obstáculos y prejuicios, hoy es un ejemplo de resistencia y perseverancia, demostrando que el verdadero amor puede superar cualquier dificultad.