La rehabilitación del parque de viviendas en España progresa, pero no en la dirección necesaria para impulsar la transición energética. Mientras que más del 70% de las viviendas tienen más de 30 años, la mayoría de los propietarios priorizan reformas visibles, como cocinas y baños, dejando de lado mejoras esenciales para la eficiencia energética y la seguridad. Así lo revela el informe 'La descarbonización del sector residencial en España: el papel de la instalación eléctrica en la vivienda', elaborado por el Observatorio de la Rehabilitación Eléctrica de la Vivienda en España (OREVE) en colaboración con el Consejo General de la Arquitectura Técnica (CGATE).
El estudio, que encuestó a casi 200 arquitectos técnicos, muestra un panorama poco optimista: el 87% de los propietarios no considera renovar la instalación eléctrica al rehabilitar su vivienda, pese a que el 60% de estas presentan deficiencias que ameritarían una actualización. Los expertos señalan que existe una falta de conciencia acerca del papel fundamental de la instalación eléctrica tanto para la seguridad como para la transición energética.
Las reformas más demandadas siguen siendo las del baño (33%) y la cocina (25%), junto con cambios en carpintería y cierres exteriores (24%). En contraste, las mejoras energéticas tienen una presencia muy menor: aislamiento térmico (14%), climatización eficiente (13%) y paneles solares (6%). La digitalización del hogar con sistemas de automatización apenas alcanza el 3%. Esta tendencia refleja que los propietarios priorizan el confort y la estética sobre la eficiencia a largo plazo. Sin embargo, esta elección tiene consecuencias: instalaciones obsoletas, viviendas menos seguras, mayor consumo energético y emisiones elevadas de CO₂.
Actualizar la instalación eléctrica cuesta en promedio entre 8,000 y 9,000 euros en una vivienda de 100 metros cuadrados, aproximadamente un 10% del costo total de una rehabilitación integral. Muchas familias posponen esa inversión, confiadas en que la infraestructura seguirá funcionando, pero esto puede resultar peligroso. El informe advierte que instalaciones obsoletas aumentan el riesgo de incendios, electrocuciones y daños en electrodomésticos. Además, limitan la capacidad de incorporar tecnologías futuras, como cargadores de vehículos eléctricos, autoconsumo fotovoltaico o bombas de calor.
Cada año, en España, más de medio millón de viviendas de segunda mano cambian de propietario, pero solo el 10% de los compradores evalúa el estado real del inmueble, sin considerar su eficiencia energética ni el estado de sus instalaciones, lo que los expertos llaman la 'hipoteca energética'. Los compradores suelen enfocarse en la ubicación y metros cuadrados, ignorando el gasto oculto que implica mantener viviendas ineficientes, que puede superar los beneficios de una reforma superficial.
El informe también denuncia que las ayudas públicas a la rehabilitación tienen un escaso impacto: solo el 8.3% de las viviendas reformadas tramitan subvenciones, debido a la burocracia, lentitud y confusión normativa. Los profesionales proponen facilitar los trámites, reservar al menos un 10% de las ayudas a la actualización eléctrica y exigir informes técnicos en operaciones de compraventa y alquileres.
La electrificación del hogar es clave para la transición energética, pero España aún depende en un 40% de combustibles fósiles en su consumo residencial, según el IDAE. El aumento en la demanda eléctrica por las nuevas tecnologías y hábitos, como la movilidad eléctrica y el teletrabajo, encuentra viviendas que no siempre están preparadas. Sin una infraestructura eléctrica moderna, hogares no podrán adaptarse a los desafíos del cambio climático ni aprovechar las oportunidades de ahorro.
El informe concluye haciendo un llamado a administraciones, profesionales y ciudadanos. Las administraciones deben revisar y facilitar el acceso a las ayudas, además de exigir información técnica en las transacciones inmobiliarias. Los profesionales, a su vez, deben promover un mensaje que equilibre seguridad, confort y eficiencia. Por último, recuerda que una vivienda ineficiente no solo aumenta la contaminación, sino que también eleva los costos de mantenimiento y reduce su valor en el mercado.