Afganistán permaneció incomunicado durante 48 horas tras un apagón nacional de internet y telecomunicaciones que afectó a más de 43 millones de habitantes desde el lunes, dejando a la población aislada del mundo, sus familias y sin información clara en medio de rumores y ansiedad, rememorando episodios oscuros tras la caída de Kabul.
El corte inició aproximadamente a las 17:00 horas del 30 de septiembre y se prolongó hasta el miércoles, sin que las autoridades talibanes ofrecieran una explicación oficial, generando caos y desconcierto en medio del silencio oficial.
El estudiante de derecho Nasirullah Noorzai comentó a EFE: “Pensábamos que Afganistán había quedado aislado, en la oscuridad, sin previo aviso. Es como una tortura psicológica. Lo que más miedo da es que vuelva a suceder”.
El día jueves, la conexión fue finalmente restablecida, confirmaron residentes y principales operadoras del país.
En las calles, la incertidumbre era evidente: vecinos preguntaban en susurros: “¿Qué pasó? ¿Por qué ocurrió esto?”. Algunos temían que el apagón se hiciera permanente. Circulaban diversas versiones: desde un supuesto ataque estadounidense en la base de Bagram hasta rumores de un intento de golpe interno contra el líder supremo talibán, Hibatullah Akhundzada.
El 1 de octubre, en coincidente con el inicio del mes, cientos de empleados acudieron masivamente a bancos para cobrar sus salarios. Sin internet, las instituciones financieras colapsaron, generando largas filas y desórdenes. La hipótesis de que el propio gobierno ordenó el corte aumentó el pánico, recordando la caída de Kabul en agosto de 2021, también con significativa incertidumbre.
La falta de información paralizó bancos, vuelos y oficinas. Haji Habibullah Kundzi, director de una firma de servicios financieros, declaró a EFE: “Trabajamos arduamente durante tres años invirtiendo millones, pero hoy, por el corte de internet, nuestras operaciones quedaron paralizadas. Decenas de empleados están sin trabajo y nuestras inversiones en riesgo”.
En el aeropuerto de Kabul, los vuelos fueron suspendidos y varios pasajeros quedaron varados varias horas, igual de confundidos y angustiados, sin respuestas sobre lo que ocurría.
El impacto emocional fue profundo. La residente en Kabul, conocida como Saber, contó a EFE que su madre se descompuso tras no poder contactar a su hijo, que viajaba a Pakistán. “Temíamos que lo hubieran arrestado”, dijo.
En otro barrio, un joven entró llorando en una mezquita: su padre había fallecido y no pudo alertar a su hermano en Baghlan, a seis horas por carretera.
El apagón evocó recuerdos de las épocas más oscuras del régimen. La estudiante de medicina Alia Alkozai expresó: “Afganistán era como una prisión: todo cerrado. Lo único que no pudieron quitarnos fue la respiración”.
El corte causó estragos en miles de mujeres, quienes dependen del internet para estudiar, tras la prohibición talibán de la educación secundaria y universitaria. Taiba Mina, que sigue cursos de medicina en plataformas digitales, describió los tres días sin conexión como estar “enterrada viva”.
Noorzia Khroti, exestudiante de periodismo, resumió: “Sentimos que nos apretaban la garganta y no podíamos hablar”.
La Cámara de Comercio e Industria de Afganistán informó a EFE que las exportaciones, importaciones, aduanas, banca y servicios de salud se paralizaron, causando pérdidas millonarias.
Empresarios como Anwar Atal, director de una consultoría, calificaron el apagón como devastador.
El corte también afectó la libertad de prensa: periodistas y medios quedaron aún más vulnerables a la censura. Faisal Sultani, reportero de un canal internacional, relató: “Tenía reportajes listos, pero todo se apagó. Sentí que estábamos fuera del mundo y temí por las familias que dependen de mi trabajo”.
La poeta y activista Shafiqa Khpalwak expresó en redes sociales: “No merecemos vivir así. El agua, la educación, el trabajo y el internet son necesidades básicas, y se nos priva de todo”. Wahida, otra usuaria, agregó: “Tres días sin internet... todavía llora mi corazón”.
Aunque el servicio fue restablecido, la población sigue temiendo que los talibanes puedan repetir el apagón en cualquier momento. Soba Jelani, estudiante en línea, advirtió: “Lo peor es que lo presenten como algo temporal y que se vuelva permanente, como ocurrió con las escuelas para niñas y los empleos de las mujeres”.
Para los afganos, estos dos días de silencio representaron mucho más que un simple corte técnico. Cada llamada fallida y mensaje bloqueado recordó su fragilidad. Internet, su último canal de libertad, demostró lo fácil que es silenciar las voces que aún luchan en el país.