América Latina y Estados Unidos redefinen su relación estratégica en energía, tecnología y relocalización productiva

Por: Equipo de Redacción | 23/10/2025 19:00

América Latina y Estados Unidos redefinen su relación estratégica en energía, tecnología y relocalización productiva

Tras décadas de asesoría en operaciones y estrategias transfronterizas entre América Latina y Estados Unidos, se perciben ciclos de optimismo y desencanto. Sin embargo, en esta ocasión, la situación es distinta. La relocalización productiva, la transición energética y la digitalización están transformando la interdependencia entre ambas regiones, demandando una mayor madurez institucional y una capacidad de ejecución sin precedentes.

En un contexto marcado por tensiones geopolíticas y avances tecnológicos disruptivos, América Latina ha vuelto a situarse en el centro de la agenda de inversión de Estados Unidos. El capital internacional reconoce su valor estructural y su cercanía estratégica, en un entorno que privilegia la confiabilidad sobre la distancia física.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en su informe de 2025, la inversión extranjera directa en la región alcanzó cerca de 189 mil millones de dólares en 2024, creciendo un 7.1% respecto a 2023, con Estados Unidos como principal fuente de inversión, aportando aproximadamente un 38%. Esta cifra refleja una realidad de flujos de inversión cada vez más duales y entrelazados, donde la dependencia ya no es unidireccional, sino una relación madura que combina energía, infraestructura, tecnología y servicios avanzados, además de exportar innovación en regulación e inclusión financiera, fundamentales para la transición energética y digital.

En relación con la relocalización productiva, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que la región puede generar hasta 78 mil millones de dólares adicionales anualmente en exportaciones si logra captar parte de las cadenas de producción que buscan acercarse a sus mercados. Empresas manufactureras en Estados Unidos evalúan trasladar líneas de producción a México y Costa Rica, mientras grandes farmacéuticas exploran plantas en Brasil. El principal reto consiste en transformar ventajas macroeconómicas en ecosistemas industriales integrados, con energías confiables, puertos eficientes y talento técnico calificado.

En el ámbito de la transición energética, América Latina es clave en la economía verde, gracias a su dotación de minerales críticos y su potencial en energías renovables. Perú y Chile destacan por sus marcos regulatorios y estabilidad jurídica, atrayendo capital de inversión con métricas ambientales verificables.

En transformación digital, la integración de tecnologías físicas y digitales aumenta la productividad, mejora el monitoreo, la eficiencia y el acceso a financiamiento competitivo. A diferencia de ciclos anteriores, hoy el capital global prioriza entornos estables y transparentes. La política industrial, orientada a la seguridad nacional y la sostenibilidad, ha vuelto la previsibilidad regulatoria en un activo valioso.

Para ello, los países deben garantizar seguridad jurídica, promover alianzas público-privadas con reglas claras y mantener disciplina financiera. El sector privado, por su parte, debe integrarse a cadenas de valor bajo estándares internacionales de competencia, medio ambiente y transparencia. Los bloques económicos y acuerdos como la Alianza del Pacífico, el T-MEC y Mercosur tienen potencial de potenciar la interoperabilidad regulatoria y facilitar el comercio y la inversión.

En energía e infraestructura, crece la demanda por redes eléctricas más robustas y soluciones hídricas. La minería del futuro enfocada en la extracción eficiente, con menor huella ambiental, y la manufactura cercana al mercado en componentes eléctricos, alimentos con valor agregado y servicios de conocimiento, se perfilan como claves del crecimiento.

La economía digital, con pilares en pagos, identidad digital y protección de datos, será fundamental en la competitividad internacional. La geografía vuelve a ser vital: las Américas pueden construir una arquitectura de crecimiento basada en confianza, innovación y sostenibilidad. Estados Unidos necesita una región estable y cercana; América Latina, capital y tecnología. Gestionada con madurez, esta interdependencia puede convertirse en una ventaja duradera.

Para los empresarios de la región, el mensaje es claro: anticiparse, asociarse y liderar. Es fundamental elegir proyectos viables, exigir reglas predecibles y profesionalizar la gestión del riesgo. Los proyectos exitosos se caracterizan por gobiernos que escuchan, empresarios que invierten en gobernanza y estructuras contractuales equilibradas. La diferencia ahora radica en la ejecución: el momento de las Américas no se medirá por promesas, sino por proyectos concretos y resultados tangibles.