Cada 9 de junio, las calles de diversas ciudades mexicanas se llenan de consignas, mantas y pasos firmes: son las normalistas rurales, estudiantes de distintas escuelas del país, que salen a protestar para recordar y exigir derechos. La conmemoración tiene sus raíces en un incidente ocurrido en Aguascalientes, donde las alumnas de la Normal Rural “Justo Sierra Méndez” de Cañada Honda se manifestaron en 2010 en contra de recortes en su matrícula y de una decisión que las obligaba a aceptar alumnos hombres en un plantel que siempre había sido exclusivamente femenino, creado para formar maestras para las comunidades rurales olvidadas. La protesta terminó en represión, golpes y detenciones, marcando un punto de inflexión en la historia de esas instituciones. Desde entonces, cada 9 de junio se ha convertido en una fecha emblemática para las normales rurales, no solo para rememorar lo ocurrido en Aguascalientes, sino también para visibilizar las problemáticas que enfrentan: falta de apoyo, malas condiciones para estudiar, infraestructura deteriorada, escasa alimentación y amenazas de cierre o transformación de sus escuelas sin consulta alguna. Sin embargo, su lucha va más allá de mejoras inmediatas; es una defensa del modelo educativo que nació hace más de un siglo, basado en la gratuidad, la conciencia social y la formación de jóvenes del campo que vuelvan a enseñar en sus comunidades. Lo que reivindican es algo más grande: la idea de que la educación puede transformar realidades y promover cambios sociales duraderos.