
En Santiago de Chile, investigadores y dirigentes políticos aceleran esfuerzos para integrar la inteligencia artificial (IA) en la economía y gestión del país, en medio de un intenso debate social y ambiental. En un laboratorio en Santiago, los científicos luchan por posicionarse en la carrera tecnológica global, mientras en Cerrillos, barrios de las afueras expresan su rechazo a los centros de datos que alimentan la IA, denunciando impactos en el medioambiente y procesos de gentrificación.
Desde el palacio presidencial, los funcionarios diseñan planes para potenciar la participación del país en la revolución de la IA, blindando recursos y evitando la alienación social. Chile, una nación de 20 millones de habitantes típicamente ajena a los debates tecnológicos mundiales, se encuentra en medio de un intenso intercambio de ideas sobre los beneficios y peligros de la IA.
El país ha atraído inversiones, fomentado talentos y desarrollado capacidades en inteligencia artificial, proyectando un potencial crecimiento económico. Sin embargo, estos avances también representan riesgos: un aumento en la dependencia de gigantes tecnológicos estadounidenses y amenazas medioambientales, especialmente en la construcción y operación de centros de datos. La propuesta gubernamental de regular estos centros ha generado protestas y discusión en el Congreso.
Muchos chilenos miran la IA con recelo. Rodrigo Cavieres, del Movimiento Socioambiental Comunitario por el Agua y el Territorio, sostiene que "la IA se está convirtiendo en una forma de fetichismo, priorizando los centros de datos por sobre la población". La tensión refleja dilemas globales enfrentados por países como Emiratos Árabes Unidos y Países Bajos, que deben equilibrar inversión, medioambiente y aceptación social.
Un caso emblemático fue el de Álvaro Soto, director del Centro Nacional de Inteligencia Artificial en Chile, quien en 2023 notó que ChatGPT solo atribuía a Pablo Neruda los logros literarios chilenos, evidenciando la falta de modelos entrenados con datos representativos de la cultura local. Ahora, junto a un equipo, trabaja en desarrollar una IA que refleje mejor la diversidad latinoamericana.
El presidente Gabriel Boric aseguró en 2023 que Chile debe adoptar la IA sin perder su identidad cultural. Su gobierno facilita la entrada de empresas extranjeras para construir centros de datos y aplicar IA en la administración pública, pese a la resistencia vecinal. En Santiago, comunidades protestan contra centros de Amazon y Google, alegando impactos ambientales y sociales, logrando incluso que Google retire su segundo proyecto en el país.
El gobierno ha planteado trasladar las instalaciones a regiones menos pobladas, como Antofagasta, en el desierto de Atacama, aprovechando su abundancia solar, siguiendo el ejemplo de la astronomía chilena. Sin embargo, expertos advierten sobre los efectos en ecosistemas delicados y la insuficiente infraestructura para soportar estos centros.
Chile ya cuenta con 33 centros de datos y espera duplicar esa cifra para 2030. Sin embargo, la transparencia y sostenibilidad permanecen en duda. Los residentes de Cerrillos, como Tania Rodríguez, muestran que la percepción pública aún es limitada, y que los proyectos muchas veces priorizan intereses corporativos sobre el bienestar comunitario.
El funcionario Sebastián Howard explica que la prioridad ahora es redistribuir estos centros lejos de la capital, usando herramientas de mapeo para minimizar daños medioambientales y sociales, en línea con la estrategia chilena de vincular la ciencia y la tecnología con el desarrollo nacional, inspirado en la historia de la astronomía.
A pesar de ello, las empresas grandes como Amazon y Google muestran reticencias. Felipe Ramírez, de Amazon Web Services en Chile, apunta que ubicar centros en zonas alejadas puede generar problemas de latencia, dificultando la eficiencia en IA y servicios digitales. El gobierno, por su parte, mantiene negociaciones y espera anunciar decisiones clave antes de las próximas elecciones.
En un país donde la comprensión de cómo funciona la IA todavía está en etapa temprana, Chile enfrenta la urgente necesidad de definir su camino tecnológico sin perder el control sobre su cultura, recursos naturales y futuro.
Pascale Bonnefoy colaboró con reportería. Paul Mozur es corresponsal mundial de tecnología del Times en Taiwán, con amplia experiencia en Asia. La carrera por la IA en Chile refleja una encrucijada global, en la que el equilibrio entre innovación, protección ambiental y bienestar social será determinante para su futuro.