No fue en el cine, ni en VHS o DVD. Fue una noche cualquiera, explorando internet, cuando descubrí 'Cocoon' (1985), una película que en su momento parecía narrar historias de otros: los ancianos, los que se iban. Hoy, esa visión cambió. La película comienza con imágenes del mar, una casa de retiro, y capullos luminosos en el fondo del agua, pero lo que realmente sorprende es la mirada y la percepción del tiempo. 'Cocoon' no habla del final, sino del tránsito; no de la juventud perdida, sino de una forma de volver a sentir.
El primer encuentro con la piscina es casi ceremonial. Un grupo de personas se acerca cauteloso, sintiendo cómo el contacto con el agua luminosa despierta músculos dormidos, articulaciones y una sensación de poder volver a correr. Es una experiencia que trasciende lo físico: en sus rostros se refleja un asombro que remite a la juventud, aunque solo sea por un instante.
Una noche, mientras la mayoría duerme, Ben y Mary se acercan a los capullos alienígenas. La cámara los acompaña: hay miedo, fascinación, respeto y deseo, en un momento de intimidad y secreto que anuncia las transformaciones físicas y emocionales que se avecinan.
Cuándo éramos preadolescentes, la vejez era solo una palabra. Cómo nos impresionaba ver cuerpos arrugados saltar a la piscina y reencontrar el fuego. La esencia del cine, según el crítico y docente Leandro Arteaga, es la exploración del paso del tiempo y la condición humana. Para él, 'Cocoon' no solo aborda la vejez en su argumento, sino que revela la materia misma del cine.
La experiencia personal de Arteaga al ver la película en los años 80 fue un punto de inflexión en su relación con el séptimo arte. La disfrutó por su narrativa hermosa y por la pericia de Howard para contar historias que atrapan y trascienden.
El contexto de los 80, con cine influido por Spielberg y Lucas —como 'Indiana Jones', 'Tiburón' y 'Star Wars'—, hizo que esas películas resonaran profundamente en su generación. Estas historias abordaban temas profundos que, con el tiempo, se redescubrían, gracias al cine, como máquinas del tiempo que permiten revisitar el pasado o imaginar el futuro.
El carácter analógico del cine de esa época también es relevante. Antes de la era digital, las arrugas y los efectos naturales en los actores tenían un valor, aunque hoy la tecnología digital y la inteligencia artificial ofrecen nuevas posibilidades. Sin embargo, 'Cocoon' sigue siendo, ante todo, una historia humana, sobre la longevidad, el paso del tiempo, y el deseo de recuperar esa infancia que llevamos dentro.
El recuerdo de la primera vez que vi 'Cocoon' permanece vivo en la memoria de Arteaga. La película la vio en un pequeño cine en Villa General Belgrano, en unas vacaciones felices con sus primos. Ese momento lo recuerda con cariño, en una época en la que lo imposible —como ver extraterrestres o el rejuvenecimiento— parecía cercano.
El cine en aquella época le provocó fascinación infantil, y a los personajes mayores, un cariño especial. 'Cocoon' convirtió a esos viejos en iconos de belleza y vitalidad, en particular a Don Ameche. La piscina, como un útero que devuelve energía, la amistad como resistencia, y la muerte como un viaje suspendido, forman parte de un escenario donde la ciencia ficción se disfraza de fábula humana.
Más allá de sus efectos especiales, la película es sobre seres humanos, sobre vivir con el tiempo y recuperar un amor eterno por la vida y la infancia. La visión adulta hoy la hace aún más poderosa: se trata de entender y aceptar la vejez, no solo de temerle.
Quizás por eso, ahora —más que entonces— 'Cocoon' emociona. Porque dejó de ser solo una historia de juventud perdida y se convirtió en una reflexión sobre la quietud, la aceptación del tiempo. En esa piscina luminosa, donde los cuerpos flotan relajados, se esconde algo más profundo que el milagro: la aceptación del paso del tiempo.
¿En qué envejecieron mejor: los efectos especiales o la idea de eternidad que prometía 'Cocoon'? Wilford Brimley, que tenía 50 años interpretando a un anciano de 70, hoy representa una edad que en 1985 parecía de ocaso, pero que en 2023 solo es la mitad del camino. Ver a Brimley al lado de la imagen que tengo de mi padre, Roberto, nacido en 1931, revela cómo el tiempo es relativo.
/'Cocoon'/ también funcionaba como una puerta a lo que nos esperaba a las generaciones siguientes. Ver a esos viejos saltar a la piscina para recuperar fuerza y asombro mostraba que la vejez podía contener humor, ternura y aventuras. La película presentaba, sin decirlo explícitamente, un mapa secreto: el camino que recorrerían nuestros mayores y que nosotros, desde niños, empezábamos a entender.