La crema catalana y la crème brûlée parecen similares: ambos son postres a base de crema con una capa de azúcar caramelizado en la parte superior. Sin embargo, es importante no confundirlos, especialmente en restaurantes especializados, ya que esto podría molestar a los chefs.
Aunque lucen parecidos, las diferencias en su origen, ingredientes y método de preparación reflejan las distintas culturas que los crearon.
La crema catalana, con raíces en la tradición española, tiene una leyenda que atribuye su origen a las monjas que intentaron sorprender a un obispo con un flan sencillo. Según cuenta la historia, la versión inicial era poco consistente y, para mejorarla, añadieron un toque de azúcar quemado, creando así la capa caramelizada. La expresión "¡Crema!", pronunciada por un cura al probarlo, dio nombre al postre. Es importante notar que, en catalán, 'crema' significa 'quema', lo que resalta su proceso de caramelización.
Por otro lado, la crème brûlée, cuyo nombre en francés significa 'crema quemada', surgió en la Francia del siglo XVII. Se dice que fue creada por un chef al intentar complacer al joven príncipe Felipe I, quien prefería natillas calientes en lugar de frías. El primer registro escrito de la receta aparece en 1691 en el libro 'Le nouveau cuisinier royal et bourgeois' de François Massialot, chef de la corte del rey Felipe I de Orléans. Interesantemente, en ediciones posteriores, el nombre cambió a 'Créme anglaise', lo que alimenta teorías sobre posibles influencias inglesas.
Las diferencias culinarias son notables: la crema catalana se espesa con yemas y almidón de maíz, y se elabora en fuego directo, resultando en un postre con textura más rústica y sabor más sutil. En cambio, la crème brûlée se prepara en baño María en el horno, asemejándose más a un flan, con una textura más cremosa. Además, la versión española suele aromatizarse con canela y cítricos, mientras que la francesa tradicionalmente incorpora vainilla, aunque admite otras variantes como café, té o especias.
En esencia, estos postres representan no solo diferentes recetas, sino también la historia y cultura de sus países. La crema catalana simboliza la tradición culinaria española con un enfoque más rústico, mientras que la crème brûlée refleja la sofisticación y refinamiento de la gastronomía francesa. Ambos comparten el amor por los sabores intensos y las texturas contrastantes, convirtiéndolos en imprescindibles en cualquier mesa de postres.