Crítica a la confusión y falsos aplausos en la obra teatral 'Tu cuerpo partido o 20 días negros'

Por: Equipo de Redacción | 17/08/2025 23:00

Crítica a la confusión y falsos aplausos en la obra teatral 'Tu cuerpo partido o 20 días negros'

Al cierre del siglo XX, el teatro se convirtió en un espacio para la experimentación, donde autores atrevidos rompieron las formas tradicionales en busca de emocionar al público. Este enfoque, aunque a veces resulta en triunfos artísticos, también puede llevar al fracaso, como en el caso de la obra 'Tu cuerpo partido o 20 días negros'. La estuve viendo en sus funciones finales en el teatro del Bosque Julio Castillo un día nublado. La experiencia comenzó de manera confusa, llegué unos minutos tarde y fui separado del resto del grupo en un teatro a oscuras, con una estructura inflada de plástico transparente en la que un hombre sin camisa mostraba desesperación y gritos. Fuera, personajes entraban y salían en coreografías azarosas, muchas de ellas sin un claro sentido, lo que dificultó comprender la intención original. La obra iniciaba con una canción sobre recuerdos y retorno, pero la perdí por llegar tarde, dejando que la confusión se consolidara. Durante una hora y media, los personajes cantaron en maya y español, se pararon en cajas, se tiraron al suelo, mientras el fondo del escenario cambiaba ocasionalmente con letras y sonidos desfasados. La falta de una narrativa clara, incluso con un resumen que explicaba que trataba sobre la guerra de castas y la cultura maya, afectó mi comprensión. Sin esa referencia, la obra pareció una sucesión de cantos y movimientos sin historia, culminando en un final abrupto que solo logré entender parcialmente. Al final, las luces se encendieron y escuché a los asistentes debatir si aplaudir; algunos dieron palmadas lentamente, otros susurraban 'hipócritas'. La frustración compartida entre el público fue evidente, a pesar del falso aplauso. La experiencia me llevó a reflexionar sobre cómo en nuestro tiempo prevalece la subjetividad y la tolerancia, lo que fomenta que muchos aplaudan obras que parecen carecer de sustancia, en lugar de expresar su opinión sincera. Este fenómeno, que refleja un siglo XXI donde la honestidad artística a veces se diluye en la búsqueda de la aceptación social, puede ser perjudicial para la evolución del arte. La falla de esta obra no solo fue en la narrativa, sino en la desconexión emocional que no logró evocar en el público. La experimentación es valiosa, pero también lo es la crítica honesta. Silenciar esas críticas por miedo a ofender o por conformismo, alimenta una cultura de falsedad y superficialidad en la escena cultural. Espero que en el futuro, los espectadores se atrevan a expresar sus verdaderas opiniones y a exigir un arte que evoca emociones genuinas, en lugar de aceptar el silencio incómodo del aplauso obligado.