Varios destacados artistas franceses que alcanzaron la fama hace décadas enfrentan hoy una realidad marcada por la precariedad económica y personal, alejados de los escenarios y la exposición mediática que alguna vez definieron sus carreras. La situación salió a la luz recientemente a través de testimonios publicados en el medio digital La Dépêche, donde antiguos íconos de la música revelaron cómo enfrentan el paso del tiempo, el desgaste emocional y la falta de ingresos tras haber llegado a la cima del éxito.
Uno de los casos más emotivos es el de Michel-Pierre Autissier, ex integrante del grupo infantil Les Poppys, quien se retiró del foco público hace años. Actualmente vive en una vivienda social en Toulouse y utilizó silla de ruedas por problemas de salud. En entrevista con La Dépêche, comentó que recibe una pensión mensual de 773 euros y calificó su situación como un escenario de “miseria”. “Nunca vimos un centavo de las ventas millonarias que el grupo logró en los años setenta”, lamentó, provocando una respuesta conmovedora de sus fanáticos que le enviaron ayuda económica para aliviar su situación.
Otra figura que volvió a ser tema de conversación es Ophélie Winter, quien a sus 51 años recuerda su auge en los años noventa con éxitos como “Dieu m’a donné la foi”. Sin embargo, en 2019, confesó en el programa Touche pas à mon poste que no tenía un hogar fijo, viviendo en su coche o en hoteles tras una dura etapa de inestabilidad y acoso mediático. La artista, que sufrió un violento robo que le dejó secuelas físicas, afirmó que el alejamiento del espectáculo le permitió reencontrarse consigo misma y vivir en mayor tranquilidad, aunque con una economía precaria.
El relato de Hugues Aufray, aunque diferente, también revela las dificultades económicas de la industria musical a largo plazo. A sus 96 años, continúa en los escenarios, pero admitió a Le Parisien que decidió dejar todas sus posesiones a sus hijas, ya que “no le queda nada”. Habita en una casa en Marly-le-Roi, alquilada, y sigue trabajando para mantener a su esposa, tras haber sido víctima de estafas y malas inversiones.
Por su parte, Frédéric François, uno de los ídolos populares durante décadas, también enfrentó la realidad de los ingresos modestos. En el programa Chez Jordan en 2023, explicó que recibe unos 4,000 euros trimestrales en regalías de la SACEM, lo que tras impuestos y repartos equivale a poco más de 660 euros mensuales. Con humor, mencionó la pensión de su esposa, de 386 euros, y admitió que trabaja aún porque necesita estos ingresos para sostenerse.
Finalmente, la cantante Lio, símbolo del pop de los ochenta con éxitos como “Banana Split”, también atraviesa dificultades económicas. En 2022, reveló en entrevista con Purepeople que vendió su casa en una subasta por deudas acumuladas y que vive “al límite”, sin ahorros y en constante movilidad. Para financiar un nuevo proyecto musical, recurrió recientemente al micromecenazgo, evidenciando que incluso figuras reconocidas en su momento pueden verse obligadas a buscar nuevas vías para mantenerse vigentes.
Estas historias reflejan una realidad poco frecuente en el discurso público sobre la fama: el brillo del éxito no garantiza una vejez tranquila ni estabilidad económica futura. Muchas estrellas, tras retirarse del escenario, enfrentan una vida sin las herramientas necesarias para una vejez digna, dejando en evidencia las fallas del sistema y la vulnerabilidad que acompaña a la fama a largo plazo.