El ambiente en Poza Rica, Veracruz, está impregnado de humedad, lodo y un silencio cargado de desesperanza. La colonia Palma Sola, azotada por una inundación que arrasó con casas y dejó a miles sin agua ni electricidad, comienza a recibir ayuda tras casi una semana de sufrimiento. Este viernes, a las 11:00 horas, un convoy de la Cruz Roja Mexicana procedente de Toluca, Morelos y Ciudad de México llegó con más de cien voluntarios y víveres, cobijas y colchones para las familias afectadas. En medio del caos, los habitantes salieron al encuentro, algunos descalzos y otros refugiados en techos, tras la rápida entrada del río Cazones que inundó toda la zona, arrasando viviendas y dejando un rastro de destrucción. Leslie, una de las afectadas, recibió una caja de ayuda con lágrimas en los ojos, mientras más de 500 vecinos esperaban en fila para recibir asistencia. Los vestigios del desastre – colchones apilados, refrigeradores oxidados, fotos pegadas en las bardas– contrastan con el olor penetrante a lodo, drenaje y muerte que impregna el ambiente. Gabriela, otra vecina, observa destrozos en su hogar y denuncia la falta de apoyo gubernamental y la presencia de influencers en otras zonas, pero no en Palma Sola. La ayuda internacional y nacional, incluyendo 58 mil despensas, 47 mil cenas calientes y más de 200 mil litros de agua embotellada, ha llegado a diferentes partes de Veracruz, pero aquí, la ayuda aún no cubre las necesidades urgentes. La devastación ha dejado heridas visibles: árboles desollados, autos incrustados en casas y un barrio en el que la lucha diaria continúa. Los vecinos trabajan a mano, con palas y fe, para limpiar los restos del desastre, mientras el gobierno estatal solo moviliza un número limitado de maquinarias, insuficientes para la magnitud de la tragedia. La colonia 27 de Septiembre también registra víctimas, incluyendo una mujer hallada muerta entre los escombros, mientras que familias en Palma Sola buscan entre el barro a sus desaparecidos con miedo e incertidumbre. La estructura de ayuda gubernamental satura la espera, pero la población sigue aferrada a cada granito de esperanza: víveres, cobijas y un poco de agua limpia. Aunque el tiempo parece haberse detenido en medio del lodo, la comunidad mantiene viva la esperanza de que no se olvide a Palma Sola y sus habitantes, quienes, con el esfuerzo de todos, tratan de resistir y comenzar a reconstruir en medio del silencio impuesto por la naturaleza y la tragedia.