Desencantando la política argentina: El riesgo de la hechicería moral y la necesidad de la ley

Por: Equipo de Redacción | 18/10/2025 01:31

Desencantando la política argentina: El riesgo de la hechicería moral y la necesidad de la ley

La distinción que Emmanuel Levinas hace entre sacralidad, santidad y hechicería resulta particularmente relevante para comprender la relación entre política y ciudadanía en Argentina, marcada por un ciclo vicioso de encantamiento y decepción. Para Levinas, lo sagrado pertenece a lo impersonal, donde el humano es absorbido por una potencia superior que lo neutraliza y evoca una idolatría, divinizando a líderes, ideologías o el Estado, sustituyendo la ley con una religión civil que fascina en lugar de juzgar. En contraste, la ética nace en la relación humana, ordenando, responsabilizando y despertando la responsabilidad. Desacralizar el mundo frente a las divinizaciones es un acto ético que libera de la fascinación del poder y reivindica la justicia, la hospitalidad y el compromiso con el prójimo. La santidad reintroduce la ley para impedir que el poder se vuelva una sacralización irresponsable. La hechicería, por su parte, falsea esa santidad, absorbiendo al individuo en su subjetividad y creando una esclavitud ontológica donde la ilusión de control y dominio predomina. En política, esta transformación del poder en relato mágico convierte al líder en un hechicero que promete redención sin obligaciones, sustituyendo la ley por buenas intenciones y discursos de virtud. La diferencia entre religión y espiritualidad radica en que la primera elimina normativas en favor de la pureza de intención, una ilusión que levanta una fachada de servicio desprovista de la realidad del deber. Max Weber afirmó que la modernidad desencantó al mundo al reemplazar el mito por la razón, pero Levinas advierte que este desencantamiento no llevó a una ética sino a un nuevo hechizo: la egolatría moderna, donde los líderes y ciudadanos creen en sus propias narrativas o intenciones, sin fe en Dios ni en la ley. La política argentina vive bajo esa hipnosis, donde cada crisis, cada cambio de ciclo o líder se presenta como salvador, y los ciudadanos, desencantados por los hechos, se dejan seducir por discursos redentores vacíos de responsabilidad. Levinas relata en sus Lecturas Talmúdicas que los sabios desencantaban los hechizos mojando objetos con agua fría, una metáfora potente para aplicar en la política: solo el contacto con los hechos, la ley y la justicia efectiva puede disipar la ilusión. Es imprescindible que la ciudadanía deje de caer en la tentación de la tentación: la ilusión de probar sin consecuencias, de usar el poder sin ser responsable, de sostener la independencia mientras se está sometido. La verdadera ética comienza donde la intención deja de ser suficiente, y la ley, según Levinas y la tradición talmúdica, es la salvaguarda de lo sagrado, de la realidad frente a la ilusión. Desencantar la política argentina implica medir la distancia entre discurso y hechos, promesas y acciones. Solo cuando el discurso, como el agua fría, enfría la ferviente retórica y se enfrenta a la realidad, puede iniciarse un proceso auténtico de justicia. Mientras sigamos creyendo que las buenas intenciones son suficientes, el país continuará repitiendo su ciclo de ilusiones y decepciones. La tentación de la ilusión perpetua —querer participar sin asumir responsabilidad, parecer fuera del juego pero estar atrapados en él— sigue siendo el hechizo más destructivo. Solo descartando la magia y aceptando la frialdad de la ley podremos avanzar hacia una política más madura, responsable y libre del encantamiento de las palabras vacías.