Dormir no es un lujo, sino una necesidad biológica fundamental para mantener el bienestar físico, psicológico y emocional. Una rutina adecuada de sueño influye directamente en la calidad del descanso y, en consecuencia, en la salud general.
Una de las recomendaciones principales es evitar pantallas (celulares, computadoras, televisores) al menos una hora antes de acostarse. La exposición a luz azul de estos dispositivos dificulta la producción de melatonina, la hormona que induce el sueño.
También es esencial realizar actividades de relajación antes de dormir. Reducir el ritmo lentamente, con una ducha caliente, lectura tranquila o un baño de inmersión, ayuda a preparar el cuerpo y la mente para el descanso.
El ambiente del dormitorio debe ser exclusivo para dormir, libre de pantallas y fuentes de ruido excesivo. Mantenerlo con luz tenue y silencio favorece un sueño reparador. Para ambientes ruidosos, el uso de tapones puede ser útil.
En cuanto a la alimentación, se recomienda cenar al menos dos horas antes de acostarse y evitar comidas pesadas o difíciles de digerir, para facilitar el proceso digestivo y mejorar la calidad del sueño.
Incorporar estos hábitos trae múltiples beneficios: mejora la memoria, la concentración, fortalece el sistema inmunológico, reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, eleva el estado de ánimo y proporciona más energía durante el día. Dormir bien cada noche es una inversión en la salud y en la calidad de vida.
La Asociación Americana del Corazón señala que los adultos deben dormir entre siete y nueve horas por noche para mantener una buena salud cardiovascular y reducir riesgos de enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares.
Preparar la mente antes de dormir también marca diferencia. Actividades como la meditación o escribir en un diario ayudan a reducir la ansiedad. Escribir pensamientos en papel, en lugar de en dispositivos electrónicos, evita distracciones mentales.
Establecer una rutina nocturna, como fijar una hora para acostarse, preparar la lista de tareas del día siguiente y dedicar unos 15 minutos a organizar el día, favorece un sueño reparador. Leer un libro físico antes de dormir puede reducir el estrés en un 50% en solo seis minutos y ayuda a desconectarse de la tecnología.
Se recomienda apagar pantallas antes de acostarse, ya que su luz puede alterar los patrones de sueño. Si no se logra dormir rápidamente, levantarse y realizar actividades relajantes como meditar o leer durante diez minutos puede ser más efectivo que permanecer en la cama despierto.
Incorporar estas prácticas de manera gradual puede mejorar la calidad del sueño y, por ende, la salud integral. Como señala el doctor Daniel López Rosetti, especialista en medicina, una buena preparación mental y hábitos constantes son esenciales para un descanso eficaz y reparador.