La evolución tecnológica ha transformado el ciclismo de competencia, con bicicletas más ligeras, sistemas de cambio más precisos y un rendimiento físico optimizado. Sin embargo, estos avances también han incrementado los costos, convirtiendo al deporte en un privilegio para pocos. Bicicletas de alta gama pueden superar los 250 mil pesos, y accesorios como cascos y uniformes alcanzan los 6 mil pesos o más, dificultando la participación de talentos con recursos limitados, según Berenice Castro Plaza, exciclista de alto rendimiento.
Durante los últimos quince años, la innovación en materiales como fibra de carbono, sistemas electrónicos y frenos hidráulicos ha mejorado significativamente el rendimiento. No obstante, estos avances han ampliado la brecha económica en el deporte. Un equipamiento completo para competencia profesional puede costar entre 8 y 15 mil pesos, mientras que las bicicletas de gama alta oscilan entre 250 y 350 mil pesos o más, llegando incluso a superar el medio millón en modelos de lujo.
Luis Enrique Hernández Cervantes, presidente de la Asociación de Ciclismo Recreativo, Formativo y Competitivo del Estado de México (Acrecem), señaló que los innovadores componentes, como ruedas cerámicas y sistemas electrónicos, mejoran la eficacia del ejercicio, pero también elevan los costos y limitan la participación de muchos deportistas.
A pesar de la tecnología, la preparación, disciplina y estrategia mantienen un papel fundamental. Hernández Cervantes y Castro Plaza coincidieron en que el talento y la planificación son determinantes, no solo el equipo.
El impacto económico de estas innovaciones es notorio en modelos como la Specialized S-Works Tarmac SL8, valorada en aproximadamente 280 mil pesos, y la LV Bike de Louis Vuitton, que puede costar cerca de 555 mil pesos. Incluso existen versiones de lujo bañadas en oro que superan el millón de pesos, reforzando la idea de que el ciclismo profesional aún es un deporte de élite.
Esta realidad genera desigualdad, y Castro Plaza afirmó que ‘el ciclismo es un deporte para ricos practicado por los pobres’, refiriéndose a los talentos mexicanos que carecen de patrocinio y recursos.
En respuesta, la Unión Ciclista Internacional (UCI) ha comenzado a regular ciertos componentes para limitar la brecha tecnológica, como el peso de las bicicletas o el tamaño del manubrio. Sin embargo, la discusión sobre cuánto puede la innovación dar ventajas desproporcionadas sigue vigente, algunos la califican como ‘dopaje mecánico’. Castro Plaza prefiere considerar estos avances como herramientas técnicas que complementan el esfuerzo humano.
El auge de bicicletas eléctricas y simuladores avanzados también ha revolucionado el entrenamiento y la motivación, pero el reto social persiste: hacer del ciclismo un deporte competitivo, inclusivo y accesible.
Castro Plaza subrayó la necesidad de fortalecer las federaciones y promover el ciclismo desde la infancia en México, para que el talento se desarrolle sin importar la capacidad económica.
En definitiva, los expertos coinciden en que la pasión y el talento son más importantes que la inversión en equipo. Hernández Cervantes concluyó que: ‘Aunque no tengas la mejor bicicleta, el entusiasmo por practicar este deporte siempre marca la diferencia’.