
Muchos que intentan bajar de peso con dietas estrictas enfrentan un resultado frustrante: suelen recuperar lo perdido e incluso ganar más. Según el cirujano bariátrico Dr. Andrew Jenkinson, este ciclo no se debe solo a falta de voluntad, sino a un complejo sistema biológico que regula el peso corporal.
En una charla reciente en el podcast ZOE, Jenkinson explicó los últimos avances sobre el metabolismo y el concepto de 'punto de ajuste', señalando por qué las dietas tradicionales suelen fallar y proponiendo estrategias basadas en evidencia.
El experto criticó la creencia popular de que perder peso es solo cuestión de voluntad y balance calórico. Señaló que el cuerpo tiene mecanismos de retroalimentación y homeostasis que lo protegen para mantener el peso dentro de ciertos límites, definidos por un 'termostato interno' en el hipotálamo, influenciado por genes, epigenética y ambiente.
Al intentar reducir este peso mediante dieta y ejercicio, el organismo responde con señales de hambre, fatiga y disminución del metabolismo, dificultando la pérdida sostenida, como si tuviera un resorte que vuelve a su posición original.
El genetista resaltó que la genética puede explicar hasta un 70% del riesgo de obesidad, aunque su expresión está condicionada por el entorno y los hábitos alimenticios. Estudios con gemelos criados en diferentes hogares muestran que el peso en la adultez tiende a ser muy similar, reforzando el papel del ADN.
No obstante, el entorno moderno, con alimentos procesados y estrés, activa estas predisposiciones genéticas. Experimentos como el de la hambruna holandesa demostraron que la desnutrición materna puede programar epigenéticamente a los hijos para mayor riesgo de obesidad y diabetes.
Un aspecto crucial es el metabolismo basal, que consume alrededor del 70% de la energía diaria en funciones vitales como respirar y circular. Este metabolismo se adapta ante restricciones calóricas, disminuyendo y dificultando la pérdida de peso a largo plazo.
Jenkinson explicó que el metabolismo actúa como un regulador que impide adelgazar demasiado, por lo que la pérdida de peso sin un enfoque adecuado puede ser infructuosa.
Por otro lado, la regulación del apetito, mediada por hormonas como la leptina, se ve afectada por el consumo de azúcares y carbohidratos refinados durante una dieta occidental, que genera resistencia a esta hormona y perpetúa tanto el hambre como la desaceleración metabólica.
Estudios en animales indican que los ciclos de dieta y binge eating pueden elevar permanentemente el 'punto de ajuste', haciendo más difícil perder peso de manera estable. Un experimento con roedores mostró que dietas hipocalóricas alternadas con sobrealimentación resultaron en un peso mayor a largo plazo que una dieta constante.
Ante esto, Jenkinson propone enfocar la pérdida de peso en la calidad de la alimentación y hábitos saludables, no solo en el conteo de calorías. Recomienda eliminar el azúcar por al menos un mes, evitar snacks, comer solo tres veces al día y aceptar el hambre como parte del proceso.
Asimismo, sugiere reducir los alimentos procesados, apostar por carnes, pescados, verduras y lácteos, practicar alimentación consciente y restringir la ingesta a periodos de 6 a 8 horas diarias. También recomienda disminuir los carbohidratos a menos de 100 gramos diarios, gestionar el estrés y dormir bien.
Finalmente, Jenkinson afirmó que entender la biología del peso es crucial para combatir la obesidad. Dijo que mientras las soluciones sigan basadas en la fuerza de voluntad y las restricciones calóricas, los avances serán limitados. Solo mediante educación y políticas que regulen el entorno, especialmente los ultraprocesados, se podrá lograr un cambio duradero frente a la obesidad.