La evolución de las precipitaciones en África se ha convertido en un foco de atención internacional, ya que afecta el suministro de agua, la agricultura y la vida de millones de habitantes del continente. Estudios recientes desafían la percepción tradicional del desierto del Sahara como un entorno inmutablemente seco, sugiriendo que el aumento de temperaturas causado por el calentamiento global podría generar cambios significativos en la cantidad y distribución de las lluvias en la región y otras zonas africanas.
Un equipo de científicos presentó un estudio en la revista Climate and Atmospheric Science, en el que proyectan modificaciones sustanciales en los patrones de precipitación en África para lo que resta del siglo XXI. Utilizando modelos climáticos que consideran diferentes escenarios de emisión de gases de efecto invernadero, el análisis muestra que el Sahara, considerado una de las áreas más áridas del planeta, podría experimentar un incremento de hasta el 75% en las lluvias hacia 2100 bajo escenarios de altas emisiones.
Estas predicciones contrastan con otras regiones del continente. Mientras el sudeste de África podría experimentar un aumento del 24% en las lluvias y el centro-sur un 17%, el suroeste africano podría registrar una disminución de hasta el 5%. Thierry Ndetatsin Taguela, autor principal del estudio, destacó que “el Sahara casi duplicará sus niveles históricos de precipitación, algo sorprendente para una zona tan seca”. Sin embargo, advirtió que la incertidumbre aún persiste, ya que la precisión de los modelos climáticos varía y requiere mejoras.
El análisis reveló que estos cambios no serán homogéneos. Se observan patrones complejos, con incrementos notables en el centro y este del Sahel, y descensos en las zonas occidentales, influenciados por diversos mecanismos atmosféricos. El estudio examinó 40 modelos climáticos en ocho regiones africanas, considerando escenarios moderados (SSP2-4.5) y elevados (SSP5-8.5), con periodos de 50 años para obtener resultados confiables.
Uno de los aspectos clave fue la diferenciación de los mecanismos físicos que controlan las lluvias. El aumento de precipitación en muchas áreas se atribuye principalmente al calentamiento de la superficie terrestre, que incrementa la humedad en la atmósfera, favoreciendo la formación de nubes y lluvias. Por otro lado, en el suroeste de África, cambios en los movimientos del aire dificultan la formación de nubes y reducen las precipitaciones.
Los autores resaltan que, pese a las incertidumbres, estos hallazgos son cruciales para diseñar políticas de adaptación. “Miles de millones de personas en África y en otras regiones se verán afectadas por estos cambios en los patrones de lluvia. Es fundamental planificar desde ahora, con estrategias que incluyan la gestión de inundaciones y cultivos resistentes a la sequía”, señaló Taguela.
Finalmente, el estudio subraya la necesidad de fortalecer la precisión de los modelos climáticos y comprender mejor los procesos atmosféricos para reducir la incertidumbre. Los responsables políticos deben considerar la variabilidad regional en sus proyecciones y preparar sistemas de gestión flexible, capaces de adaptarse tanto a excesos como a déficits de agua. Aunque estos datos guían la planificación, se advierte sobre la posibilidad de eventos extremos no previstos y la importancia de mantener una actitud cautelosa ante las proyecciones de cambio climático.