El saqueo del tesoro de Napoleón en Waterloo: el fin del imperio y sus secretos perdidos

Por: Equipo de Redacción | 04/11/2025 10:30

El saqueo del tesoro de Napoleón en Waterloo: el fin del imperio y sus secretos perdidos

La derrota de Napoleón Bonaparte en Waterloo, el 18 de junio de 1815, marcó no solo el colapso de su imperio, sino también la misteriosa desaparición de su tesoro personal. Joyas familiares, lingotes de oro, documentos valiosos y objetos simbólicos se esfumaron en medio del caos, cayendo en manos de los vencedores y simbolizando su humillación definitiva. Según informó The Telegraph, este saqueo no solo destruyó la riqueza material del emperador, sino que también selló el fin de una era.

Antes de partir a la campaña, Napoleón reunió un patrimonio importante para protegerse en caso de traiciones o golpes en París. Su hermano José Bonaparte le entregó diamantes, y su hermana Paolina Bonaparte aportó un collar que había recibido en la isla de Elba. Ambos tesoros fueron escondidos en un cofre especial en la carroza imperial por Louis Joseph Marchand, asistente personal del emperador. Además, el tesorero Guillaume Joseph Peyrusse recibió la orden de cargar un millón de francos en oro y entre 100.000 y 200.000 francos en plata en un carro, destinados a financiar la campaña y a cubrir cualquier eventualidad en París, consciente de que “la capital no está a salvo de un golpe de mano”.

El patrimonio no solo incluía objetos de valor económico, sino también artículos de refinamiento: un neceser de higiene personal de Martin Guillaume Biennais, vajilla con sello imperial, candelabros, cubiertos, un cronómetro de plata, perfumes, mapas y botellas de licor.

Tras la derrota, el caos reinó entre las tropas francesas, con soldados dispersos, equipajes abandonados y carros atrapados. Este desorden facilitó el saqueo del convoy imperial. La carroza de Marchand, a unos catorce kilómetros del campo de batalla, quedó expuesta; él logró esconder solo 300.000 francos en billetes y tuvo que abandonar 100.000 francos en oro, incapaz de rescatar más por la presión de la derrota y la cercanía del enemigo.

El convoy fue interceptado por tropas prusianas, incluido el mariscal Gebhard Leberecht von Blücher, quien reclamó los bienes y ordenó su traslado a Krieblowitz. En una carta a su esposa, Blücher aseguró: “He puesto fin de una vez por todas a las danzas de Napoleón. Su ejército está en fuga y toda su artillería, equipajes y tesoro están en mis manos”. La carroza fue capturada por las tropas prusianas, que la abrieron a golpes y confiscó sus objetos, muchos de los cuales terminaron en Düsseldorf.

En Charleroi, el convoy sufrió otro episodio de caos: el comisario del tesoro repartió oro y valores entre los soldados, registró los nombres, pero el pánico provocó que lucharan entre sí por el botín. El granadero Hippolyte de Mauduit relató que soldados peleaban y solo quedaron heridos y muertos cerca de la caja saqueada; muchos intentaron huir, pero fueron despojados por los prusianos.

El valor del botín excedía la reserva logística habitual del ejército francés. El collar de Paolina, valuado en 300.000 francos, los diamantes de José, con un valor de 800.000, y los 200.000 napoleones en oro en la dormeuse ilustraban la magnitud del saqueo, que también incluía objetos personales y obras de arte. La pérdida simbólica y material del patrimonio de Napoleón refleja el colapso total de su imperio, según The Telegraph.

Muchos de estos objetos fueron trasladados a Inglaterra, donde en enero de 1816, la exhibición de la carroza y los caballos imperiales atrajo multitudes, ridiculizando al exemperador. La prensa británica destacó detalles íntimos, como perfumes y botellas de licor en el equipaje, lo que enfureció a Napoleón desde su exilio en Santa Elena, al saber que su legado era objeto de burla pública.

El robo del tesoro imperial tras Waterloo fue mucho más que la apropiación de bienes: fue una exhibición simbólica de la derrota definitiva de Napoleón ante el mundo. La exhibición del botín en Londres y Düsseldorf no solo desmanteló su patrimonio material, sino que también destruyó su leyenda de invencibilidad.

Este episodio cerró de manera definitiva el capítulo del imperio napoleónico, reflejando traiciones internas, desbandada militar y la desaparición del legado del general corsario. El saqueo fue, en esencia, la liquidación simbólica y material del sueño imperial de Napoleón Bonaparte.