Durante la reciente Semana de la Moda de Copenhague, la influencer y diseñadora Pernille Rosenkil hizo una aparición que llamó la atención: vistió el icónico vestido “Útero” de Gucci, diseñado por Alessandro Michele para la colección Crucero 2020.
El vestido, elaborado en pliegues de algodón y seda, presenta bordado el aparato reproductor femenino al frente, convirtiéndose en un símbolo de empoderamiento, resiliencia y visibilización de la experiencia femenina.
Para Rosenkil, quien en entrevistas ha compartido que no puede tener hijos, la pieza adquiere un significado muy personal. "Este vestido representa una parte de mí que siempre quise expresar. Mi historia con la maternidad y la fertilidad encuentra aquí un espacio de celebración y fuerza", afirmó en sus redes sociales. Su decisión de lucir esta prenda fue una declaración que fusiona moda, vida personal y activismo.
Según la biografía de Alessandro Michele, la creación de esta pieza fue pensada en la tradición, combinando estética, técnica y mensaje. "Su silueta fluida, los detalles bordados y su concepto escultórico hacen que sea visualmente impactante y que transmita un mensaje claro de fuerza y visibilidad femenina".
La elección de Rosenkil de portar el vestido no fue casual; buscaba demostrar que la moda de Gucci continúa siendo un ejemplo de evolución hacia un lenguaje visual que comunica ideas, valores y causas sociales.
En ese contexto, el vestido “Útero” se suma a la lista global de diseñadores que han utilizado sus colecciones para promover la inclusión, el feminismo y la diversidad. La moda ha sido, desde siempre, un vehículo para declaraciones sociales: en los años 70, Vivienne Westwood y Malcolm McLaren protestaban con ropa punk; en los 90, Jean-Paul Gaultier celebraba la diversidad corporal y de género.
Más adelante, en 2016, Maria Grazia Chiuri, directora creativa de Dior, lanzó camisetas con la frase “We Should All Be Feminists”, inspiradas en el ensayo de Chimamanda Ngozi Adichie, convirtiéndose en un símbolo global de igualdad de género.
En la misma línea, diseñadores como Isabella Springmuhl Tejada, guatemalteca y creadora de la marca Down to Xjabelle, han liderado movimientos de inclusión y diversidad, demostrando que la moda puede derribar estereotipos y barreras sociales.
Incluso en la alta costura europea, casas como Chanel han utilizado mensajes de empoderamiento, con slogans como “Ladies First” o “Make Fashion Not War”. La tendencia actual incluye incorporaciones de temas sobre sostenibilidad, derechos humanos y diversidad en las colecciones, convirtiendo las pasarelas en espacios de reflexión.
Este fenómeno trasciende la pasarela. Marcas emergentes y el streetwear también integran expresiones inclusivas y feministas en sus diseños, haciendo de la moda un medio cotidiano de diálogo social y emocional. Las prendas dejan de ser solo ropa para convertirse en narradoras de historias y actos de resistencia.
"El poder de la moda radica en que permite expresar lo que a veces no se puede decir con palabras. Cada prenda puede convertirse en un símbolo o un acto de resistencia", comenta Rosenkil. Su presencia en Copenhague confirma que diseñadores y figuras públicas pueden transformar la pasarela en un espacio de conciencia social, más allá del glamour.
Desde el vestido “Útero” hasta las colecciones que promueven la inclusión, la moda refleja una sociedad que exige visibilidad, equidad y representación. Cada puntada y bordado puede ser un manifiesto que recuerda que la ropa también habla de identidad, derechos y emociones humanas.
Puede que Anna Wintour, Naomi Campbell o el rey Carlos III no conozcan a la periodista con más de 25 años de trayectoria, pero la moda sí sigue siendo una plataforma poderosa para el cambio social.