
Este sábado dio inicio la segunda búsqueda intermetropolitana en la zona del Ajusco, Ocoyoacac y Xalatlaco, con la participación de más de 50 familias buscadoras provenientes de diversas entidades del país. Con herramientas como palas, varillas, guantes y cubrebocas, estas personas continúan la esperanza de encontrar a sus seres queridos ausentes. Entre los asistentes, destaca la familia de Gerardo Vargas Vargas, desaparecido hace tres años, cuyos hijos pequeños acompañaron a su abuela Victoria Cecilia Vargas en la jornada, convencidos de que su esfuerzo podría traerlo de regreso.
Elizabeth Machuca, de Flores en el Corazón, explicó que esta búsqueda es la continuación de una anterior realizada hace seis meses en la misma región, donde se hallaron restos humanos que podrían corresponder a cuatro personas, además de un cráneo localizado en una prospección reciente.
Durante ocho días, los colectivos inspeccionarán al menos cinco puntos en parajes aislados, con la esperanza de encontrar indicios que permitan identificar a las víctimas y devolverlas a sus familias. Machuca expresó que buscan que alguien vuelva a casa, sin buscar culpables, solo a sus seres queridos.
Lamentó la demora en los resultados de las pruebas genéticas de restos excavados anteriormente, señalando que la identificación forense en México enfrenta un rezago que prolonga el sufrimiento de muchas familias.
Para Victoria Cecilia, madre de Gerardo, cada jornada de búsqueda es un torbellino de esperanza y dolor. Gerardo desapareció en octubre de 2022, dejando a cuatro hijos pequeños, y hasta hoy, solo tiene un último mensaje donde le aseguraba a su madre que estaba bien. Ella mantiene viva la esperanza de volver a verlo con vida.
Sus hijos, presentes en las labores, entienden que la tierra que remueven podría acercarlos a su padre. Uno de los menores, de 10 años, expresó con sinceridad que desea volver a ver a su papá, porque lo quiere muchísimo y no puede vivir sin él.
Las jornadas suelen ser emocionalmente desgarradoras. Caminar entre barrancas, revisar fosas clandestinas o acudir a servicios forenses genera un impacto profundo en las familias, que enfrentan un proceso lleno de miedo y esperanza.
En esta segunda brigada participan colectivos de la Ciudad de México, Estado de México, Veracruz, Baja California, además de elementos de la Marina, Secretaría de la Defensa Nacional, Guardia Nacional, policías estatales, antropólogos y peritos de distintas fiscalías, con apoyo de la Comisión de Búsqueda y la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAVI), así como buscadores solidarios.
A pesar de los recursos limitados, el colectivo ha logrado organizarse mediante colectas, donaciones y apoyo institucional, y buscan visibilizar la crisis de desapariciones en el país. Machuca advirtió que en el Ajusco y zonas alejadas pueden estar cuerpos ocultos por grupos criminales, y que la prioridad es encontrarlos y devolverlos a sus familias.
Mientras los familiares remueven la tierra húmeda, la presencia de los hijos de Gerardo resalta la dimensión infantil de esta tragedia, con niños que crecen sin conocer a sus padres, víctimas del crimen organizado y la violencia institucional.
Para Victoria Cecilia, no saber lo que ocurrió con su hijo resulta más insoportable que la misma muerte, pues la incertidumbre genera preguntas sin respuesta, angustia que solo el hallazgo de sus restos podría aliviar.
Con la esperanza intacta, las familias iniciaron ocho días de búsqueda en el Ajusco, en un esfuerzo que simboliza el carácter de la lucha contra la desaparición forzada, en donde cada hueso, prenda o casco hallado en el terreno reaviva la posibilidad de justicia y regreso.