IOTA es una criptodivisa que destaca por su innovadora arquitectura basada en el Gráfico Acíclico Dirigido (DAG), conocida como Tangle, en contraposición a las cadenas de bloques tradicionales utilizadas por Bitcoin o Ethereum. También conocida como MIOTA, esta moneda digital está diseñada para facilitar pagos con una escalabilidad ilimitada y sin tarifas en dispositivos conectados a Internet de las Cosas.
A diferencia del blockchain, en el sistema Tangle cada usuario crea un registro con una marca de tiempo única y firma cryptográficamente cada transacción con una clave privada de 81 caracteres que incluye detalles como remitente, destinatario y monto. Esto permite que IOTA ofrezca transacciones sin límites de escalabilidad, ajustándose automáticamente a la demanda y sin ser altamente volátil. Además, no requiere mineros ni tarifas adicionales.
Actualmente, de acuerdo con Binance, existen 685.71 millones de unidades de IOTA en circulación. La moneda cotiza a las 10:30 horas (UTC) en 0.15 USD, lo que representa un aumento del 3.19% en las últimas 24 horas y una variación del 0.89% en la última hora. Marketualmente, se mantiene en la posición #94 entre las criptomonedas.
Creada por una fundación alemana, IOTA se apoya en su arquitectura Tangle para ofrecer una solución más eficiente y ecológica, permitiendo transacciones con solo un teléfono móvil o computadora y sin consumir tanta energía como las cadenas tradicionales. La tecnología también reduce costos, ya que no hay tarifas por transacción, pues los usuarios deben realizar otras operaciones antes de completar la suya.
El suministro máximo de IOTA es de 2,779 millones 350 mil 283 tokens, con el objetivo de facilitar microtransacciones de hasta 0.001 dólar sin costos adicionales. Para garantizar la seguridad, cada operación requiere una ‘semilla’, un código aleatorio de 81 caracteres.
Entre sus ventajas, IOTA es resistente a ataques cuánticos y promete una velocidad millones de veces superior a las tecnologías actuales, aunque en 2017 sufrió un hackeo que afectó su precio y volumen de transacciones. Como medio de intercambio, las criptomonedas no tienen forma física y utilizan cifrado criptográfico para asegurar la integridad y control de su creación.
Desde Bitcoin hasta monedas como Ethereum, Tether, Ripple y Dogecoin, el mercado de criptomonedas está en constante crecimiento. Sin embargo, su carácter descentralizado y la falta de regulación generan controversia, ya que algunos las consideran riesgosas, volátiles y propensas al fraude o actividades ilícitas.
Su seguridad reside en el manejo de códigos complejos, y aunque hackearlas es difícil, requiere una potencia computacional enorme, superior incluso a la de grandes empresas tecnológicas como Google. La compra y venta se realiza en plataformas especializadas, y su valor fluctúa según oferta, demanda y el interés de los mineros.
Invertir en criptomonedas implica alto riesgo: los precios pueden incrementarse significativamente o desplomarse abruptamente, poniendo en riesgo el capital de los usuarios. Para almacenarlas, se utilizan monederos digitales o wallets, que son programas que guardan las claves que demuestran la propiedad. La protección de estos códigos es fundamental para mantener la seguridad de los fondos digitales.