La confianza en el peso: un desafío clave para la estabilidad económica

Por: Equipo de Redacción | 18/10/2025 01:31

La confianza en el peso: un desafío clave para la estabilidad económica

Las discusiones sobre el programa económico del gobierno de Javier Milei a menudo se centran en el valor del dólar, considerado subvaluado. Un ejemplo frecuente es la expulsión de automóviles argentinos hacia Chile, donde se adquieren productos tecnológicos, electrodomésticos y textiles. Sin embargo, rara vez se menciona que Chile importa estos bienes con aranceles menores, lo que explica la diferencia de precios y justifica las compras. Algunos sostienen que la sobrevaluación de la moneda en el pasado fue utilizada para reducir la inflación, pero terminó en fuertes devaluaciones que generaron mayor salida de dólares.

Diversas opiniones coinciden en que las autoridades deberían intervenir para acelerar la depreciación del peso, buscando un equilibrio que desincentive la especulación en divisas. Una moneda más competitiva facilitaría la entrada de dólares, reduciría las importaciones, impulsaría las exportaciones y motivaría a los argentinos a vacacionar en el país en lugar de gastar en el extranjero. La devaluación, en teoría, aportaría esa estabilidad buscada por la mayoría de los economistas.

Sin embargo, aplicar esta estrategia resulta más complejo de lo que parece. Argentina tiene una larga historia de devaluaciones que, lejos de solucionar problemas, suelen retornar a los mismos puntos de conflicto, generando nuevamente la demanda de otras monedas, principalmente el dólar. La falta de confianza en el peso hace que muchos prefieran acumular divisas extranjeras, incluso en países vecinos, dejando en evidencia el escepticismo hacia la moneda nacional.

Las recomendaciones de devaluar no consideran todas las repercusiones. Una caída en el valor del peso reduce los ingresos, ya que encarece productos importados y nacionales cuyos precios se ajustan por expectativas de futuros cambios. Esto afecta tanto a bienes de consumo como a insumos y maquinaria de uso en la producción local. Ante la necesidad de recuperar el consumo, la devaluación podría inducir una recesión para equilibrar las cuentas externas.

Tampoco garantiza un aumento en las exportaciones. La estructura de estas no ha cambiado en décadas; no se ha registrado un crecimiento en cantidades ni surgido nuevos sectores por un cambio productivo. Los avances actuales en petróleo, minería, gas, petroquímica y siderurgia dependen en gran medida de importaciones de bienes complejos que aún no producen localmente.

Por otro lado, una devaluación mayor impacta en la política fiscal. La mayor cotización del dólar implica que el Estado debe destinar más pesos para pagar la deuda externa y sus intereses, lo que obliga a ajustar partidas presupuestarias si se mantiene la meta de equilibrio fiscal. Esto pone en riesgo la confianza en la moneda y dificulta atraer inversión extranjera, así como retener los ahorros en el país.

Las expectativas juegan un papel fundamental en las decisiones económicas. La historia de fracasos en mantener el valor del peso alimenta la desconfianza y la preferencia por atesorar en dólares, especialmente en un contexto donde todo resulta transitorio y vuelve a ser como antes. La memoria colectiva y las señales de devaluación constante refuerzan esa percepción, minando la confianza y dificultando que los argentinos confíen en su moneda.

El economista Daron Acemoglu, reconocido por sus análisis sobre instituciones, afirmó que “los procesos dependen de la confianza, y el éxito de estos procesos depende de ella misma. Este es el talón de Aquiles de cualquier país en el pasillo estrecho”.

Por su parte, Milei sostiene que la economía es la ciencia de la distribución de bienes escasos. Dado que la confianza también parece ser un recurso escaso en Argentina, quizás sería conveniente que el presidente dedicara más tiempo y esfuerzo a fortalecer esa confianza, clave para lograr una estabilidad duradera en el mercado nacional.