En las faldas del Nevado de Toluca, los cultivos de papa han provocado una significativa erosión del suelo, producto del uso de fungicidas, pesticidas y otros agroquímicos, alertó el colectivo ambiental Ineetsi, que ha llevado a cabo estudios en la zona.
Mara Mora, integrante del colectivo, explicó que esta erosión conlleva a la disminución de la productividad agrícola, daño a los ecosistemas, contaminación y escasez de agua.
En una entrevista con El Sol de Toluca, la ambientalista señaló que una de las principales causas es la renta de parcelas a grandes empresas por períodos cortos.
'Muchas veces, las grandes empresas rentan los terrenos y toda la producción de ese año va para ellas', comentó.
Los arrendatarios establecen sus condiciones: deciden qué cultivar, cómo hacerlo y qué sustancias usar. Generalmente, emplean agroquímicos que dañan el suelo, afirmó Mora.
'Si hay una renta, la empresa ordena qué cultivar y cómo, además contratan personas y usan agroquímicos', añadió.
Tras el deterioro de los suelos, las empresas finalizan los contratos y abandonan las propiedades, dejando a los propietarios con las consecuencias.
'Una vez que la zona está dañada, a las empresas ya no les interesa, y buscan otras tierras, sin reparar el daño', lamentó Mora.
Este patrón se repite en múltiples lugares, agravando la pérdida de fertilidad del suelo y afectando el equilibrio ecológico.
Para revertir la situación y devolver la productividad a las tierras, se requieren procesos largos, costosos y arduos de restauración.
'Muchas veces, la restauración consiste en intervenir en áreas ya impactadas. Aunque se realicen esfuerzos, el daño suele ser mayor que la recuperación', afirmó Mora.
Incluso con medidas de conservación, advirtió que es posible que un sitio nunca vuelva a su estado original.
Además del daño ambiental, el modelo de renta de tierras resulta injusto para los campesinos, quienes reciben pagos muy bajos y carecen de poder de negociación.
'generalmente, les pagan entre 5 y 9 mil pesos al año por la renta de una hectárea', señaló.
Para revertir esta situación, el colectivo colabora con ejidatarios, universidades e instituciones en un programa que enseña a cultivar sin químicos y a diversificar los cultivos.
El objetivo es que los campesinos produzcan alimentos para autoconsumo y vendan excedentes, cuidando el suelo, el agua y la biodiversidad.
'Maestramos en cómo cuidar el entorno donde viven, promoviendo su bienestar y la conservación del ecosistema', concluyó Mora.