La intrigante negociación secreta que selló la derrota de Rosas en Vuelta de Obligado

19/11/2025 22:00 | 3 min de lectura

La intrigante negociación secreta que selló la derrota de Rosas en Vuelta de Obligado

El 20 de noviembre, Día de la Soberanía en Argentina, se conmemora la heroica resistencia en la Vuelta de Obligado, pero pocos saben de las negociaciones clandestinas que se llevaron a cabo tras esa victoria criolla frente a las potencias más poderosas del mundo en ese entonces.

El 2 de julio de 1846, llegaron a Buenos Aires las naves con el enviado británico Thomas Hood a bordo del buque ‘Devastation’. La misión: negociar una salida digna para Gran Bretaña tras el fracaso militar en la Vuelta de Obligado, en la que las armadas anglo-francesas intentaron doblegar la resistencia argentina.

Lo que parecía una humillación para Inglaterra, en realidad fue un proceso de negociaciones duras. Rosas exigió que se levantara el bloqueo sin que ello implicara desarmar a las fuerzas extranjeras ni que la división argentina se retractara, además de rechazar que la frase ‘en tanto la República continuase ocupando las dos riberas del río’ pudiera interpretarse como una inaceptable independencia entrerriana —una de las motivaciones de la invasión.

También pidió que el acuerdo fuera sometido a consideración del general Justo José de Urquiza, quien en ese entonces era presidente de la Confederción Oriental de Uruguay, y que las fuerzas argentinas fueran solo ‘auxiliares’ de las fuerzas de Rosas. Finalmente, Hood aceptó estas condiciones y, en julio del mismo año, se firmó un acuerdo que Rosas reivindicaría como una victoria diplomática en futuras negociaciones.

Pero Francia no aceptó este pacto, viéndolo demasiado como una rendición. Los parlamentarios chauvinistas rechazaron el acuerdo por humillante. Reino Unido, en solidaridad, también desistió. Entonces, Londres envió a uno de sus mejores diplomáticos, John Hobart Caradoc, barón de Howden, y Francia a Alejandro Florian Colonna, conde de Walewski, hijo de Napoleón III.

Estos diplomáticos viajaron a Buenos Aires en mayo de 1847 con la intención de hacer valer las bases de Hood, pero la desconfianza de Rosas fue inmediata. Al saber de las actas diplomáticas, estalló en furia: “Los proyectos dirigidos por SS.EE. los señores ministros están tan alejados, son tan diferentes de las bases Hood, como el cielo lo es del infierno”.

El protagonismo de los diplomáticos europeos lo tomó el barón Howden, quien trató de crear una buena impresión en Buenos Aires con actitudes informales, incluso montando cabalgatas en Santos Lugares con Manuelita, vistiendo ropas campesinas y montando caballos ensillados con las marcas de Rosas.

El 24 de mayo de 1847, en su cumpleaños, el barón le dedicó una nota apasionada a Manuelita, la “princesa federal”, lo que alimentó rumores sobre un romance que preocupaba a los exiliados y opositores en Montevideo y tierra argentina.

Mientras tanto, las negociaciones avanzaban lentamente. Rosas no confiaba en las garantías de Inglaterra y Francia respecto a la independencia del Uruguay, y sospechaba que pronto volvería a intentar la anexión por parte de Brasil. Además, defendía que el desagravio al pabellón argentino era ‘esencial’ y que la navegación en el río Paraná debía ser exclusiva de Argentina, incluyendo Uruguay.

También insistía en que las ideas que buscaban garantizar la integridad territorial de Misiones, Entre Ríos y Corrientes no pudieran ser escapadas con fórmulas vagas como ‘ley territorial de las naciones’. Los diplomáticos europeos alegaron que sus propuestas habían sido resultado de largos intercambios y consultas con jurisconsultos.

La presión internacional aumentó, y Reino Unido envió a Henry Southern, uno de sus diplomáticos más prestigiosos, para cerrar el acuerdo. Rosas, escéptico y firme, se negó a recibirlo hasta tener claras sus verdaderas intenciones.

Finalmente, en 1850, y tras tensas negociaciones, el diplomático Southern firmó con Rosas un acuerdo que aceptaba casi todas las condiciones propuestas por Hood. La alegría de Buenos Aires fue enorme: las naves inglesas y francesas, tras saludar con veintiún cañonazos, se alejaron del río de la Plata en señal de respeto a la soberanía argentina.

Francia tardaría aún en rendirse del todo, mientras en Argentina, San Martín y otros héroes insistían en la unidad y la resistencia, conscientes de que la lucha por la autodeterminación y la soberanía seguiría su curso, incluso con la sombra de esas negociaciones secretas que marcaron un capítulo clave en nuestra historia.

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