¿Sabías que los gigantes de las criptomonedas movieron miles de millones vinculados a lavadores de dinero, narcotraficantes y hackers norcoreanos? La realidad con la que enfrentamos hoy a estas plataformas es mucho más compleja de lo que parece.
Cuando el presidente Donald Trump indultó a Changpeng “CZ” Zhao en octubre, la Casa Blanca lo defendió como víctima de una persecución política, afirmando que “la guerra contra las criptomonedas había terminado”. Pero la historia revela otra realidad.
En 2023, Zhao y Binance se declararon culpables por no cumplir con medidas básicas para prevenir el lavado de dinero, autorizando transacciones que favorecían a terroristas, ciberdelincuentes y abusadores menores. A pesar de ello, la plataforma siguió lucrándose, moviendo cientos de millones vinculados a grupos delictivos, según el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ).
Durante la supervisión judicial, al menos 408 millones de dólares provenientes de firmas como Huione Group, que opera en Camboya y es utilizada para lavar dinero sucio, llegaron a cuentas de Binance. Lo mismo ocurrió con OKX, otra plataforma importante, que pese a declararse culpable en EE. UU. por operar ilegalmente transferencias de dinero, continuaba recibiendo fondos ilícitos, incluso después de ser catalogada como riesgo principal por el Tesoro estadounidense.
Expertos como Ross Delston señalan que si el gobierno federal identificara a estas entidades como peligrosas, sería insensato seguir haciendo transacciones con ellas. Sin embargo, las plataformas alegan que colaboran con las autoridades, aunque en la práctica, los recursos para detectar movimientos sospechosos son escasos o insuficientes.
El informe del ICIJ revela que estas plataformas, en lugar de actuar con rigor, muchas veces permiten que delincuentes profit en un sistema que aún carece de una regulación efectiva. Desde los últimos meses, han rastreado transacciones en blockchain que muestran operaciones de ciberdelincuentes norcoreanos, lavadores rusos y estafadores a gran escala, todos operando en un mercado que facilita convertir criptomonedas ilícitas en dinero legal rápidamente.
Las plataformas de intercambio parecen actuar como una especie de sistema financiero digital paralelo, con poca supervisión y altas ganancias por transacción. Esto atrae a quienes quieren blanquear fondos procedentes de delitos como narcotráfico, trata de personas o incluso financiamiento de armas, poniendo en riesgo la seguridad global.
Casos como el robo de 1,5 mil millones a la plataforma norcoreana de criptomonedas Bybit, o las cuentas en Binance que movieron dinero del cártel de Sinaloa y tráfico chino de fentanilo, dejan en evidencia cómo las plataformas se usan como vías de lavado. Aunque algunas como Coinbase han reportado y sancionado transacciones ilícitas, la realidad es que muchas otras continúan siendo rutas abiertas para delincuentes.
¿Y qué pasa con los usuarios honestos? Personas como Carrissa Weber, que perdió sus ahorros en una estafa, o Asako Nishizaki, víctima del romance por Internet, muestran que en medio de tanta ilegalidad, los afectados quedan en la total vulnerabilidad, sin justicia ni protección real.
A nivel mundial, la regulación varía. China y Argelia prohíben el uso de criptomonedas, mientras países como Singapur o la Unión Europea exigen licencias y controles estrictos. En EE. UU., contra lo que muchos creen, las medidas son débiles y poco coordinadas, además de que las agencias responsables carecen de recursos suficientes para atacar eficazmente el delito.
El caso más sonado en EE. UU. fue el de Binance, fundada en 2017 por Zhao, quien logró convertirla en la mayor plataforma del mundo. Gracias a comisiones bajas y la incorporación de nuevas criptomonedas, Zhao amasó una de las fortunas más grandes del sector. Pero, en 2023, las autoridades le achacaron vínculos con actividades ilícitas y lo multaron con 50 millones de dólares, además de condenarlo a cuatro meses de prisión.
A pesar de estas sanciones, la industria se opuso a regulaciones más estrictas, y figuras como los hermanos Winklevoss y empresas como Kraken no dudaron en apoyar públicamente a Trump, quien en 2024 prometió convertir EE. UU. en la capital mundial de las criptomonedas.
Mientras tanto, los delitos y la clandestinidad siguen siendo la moneda de cambio en este mercado. Cuentas en Binance y OKX, con millones en fondos ilícitos, operan sin control, facilitando desde narcotráfico hasta fraudes millonarios. El intercambio con plataformas como ThorChain permitió a lavadores norcoreanos convertir fondos robados en criptomonedas de forma práctica y rápida.
Incluso con las cifras aterradoras —como pérdidas de 9,3 mil millones de dólares solo en EE. UU. en 2024—, las fuerzas del orden enfrentan una lucha que parece perdida. La falta de recursos, capacitación y regulación hace que los delincuentes tengan el campo abierto.
¿Hasta cuándo los delincuentes seguirán usando las plataformas de criptomonedas como caminos fáciles para sus actividades? La respuesta la da la misma historia: sin cambios profundos en las regulaciones y fiscalización, el crimen seguirá moviendo miles de millones en medio de una tormenta digital que solo parece empeorar.