En una pequeña isla del Ártico, donde el frío preserva la vida en silencio, Perú ha dejado una huella que trasciende fronteras. Semillas de sus ajíes nativos—cultivados por generaciones desde la Costa hasta la Amazonía— ahora forman parte del 'Arca de Semillas' de Svalbard, en Noruega, una bóveda que resguarda los recursos agrícolas más valiosos del planeta. Este acto representa un paso crucial en la protección de la agrobiodiversidad peruana y en la preservación de su gastronomía ante el mundo.
El envío, liderado por el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (MIDAGRI) mediante el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA), asegura que los ajíes peruanos puedan sobrevivir ante posibles desastres globales. En caso de pérdida de cultivos o cambios climáticos extremos, las semillas podrán ser recuperadas para su reproducción. Es una iniciativa que combina ciencia, tradición y visión de futuro: proteger el alimento para salvaguardar la vida.
En total, Perú envió 25 muestras de semillas de cuatro especies del género Capsicum: C. chinense, C. frutescens, C. baccatum y C. annuum. Cada una presenta distintas características en aroma, color y picor. Estas especies no solo son fundamentales para la gastronomía nacional, sino que representan un valioso material genético para desarrollar variedades más resistentes al cambio climático y a enfermedades.
A más de 130 metros dentro de una montaña en la isla de Spitsbergen, en Svalbard, se ubica la Bóveda Global de Semillas. Conocida como la 'arca del fin del mundo', esta estructura está diseñada para resistir terremotos, erupciones y otras catástrofes naturales. Gracias al permafrost, las semillas pueden conservarse por siglos sin necesidad de energía eléctrica.
Albergando más de 1.3 millones de muestras de semillas de casi todos los países, la bóveda representa más de seis mil especies de cultivos, cada una con historias de pueblos que las han cultivado y adaptado durante siglos. Es una reserva global y un compromiso de continuidad frente a futuras crisis.
Con esta acción, Perú se suma a otras instituciones del país, como el Centro Internacional de la Papa (CIP), con 9,931 variedades; la comunidad del Parque de la Papa, con 750 muestras; y la Universidad Nacional Agraria La Molina, con 1,296. Los ajíes peruanos ahora forman parte de esta importante herencia, asegurando su permanencia más allá del tiempo y las fronteras.
El proceso contó con el apoyo del Nordic Genetic Resource Center (NordGen), que supervisa y garantiza el almacenamiento de recursos genéticos en Svalbard. Gracias a su colaboración, las semillas peruanas llegaron al Ártico para integrarse al archivo agrícola más importante del mundo.
Detrás de este logro está el Banco de Germoplasma del INIA, que conserva más de 17 mil muestras de semillas de 56 cultivos diferentes, incluidos granos, frutas, raíces y especies nativas. Estas colecciones, almacenadas en 21 Estaciones Experimentales Agrarias, son el resultado de décadas de trabajo para preservar la diversidad genética agrícola del Perú.
En este contexto, los ajíes peruanos ocupan un lugar central, no solo por su valor gastronómico, sino como expresión de la historia y diversidad de los territorios donde se cultivan. Detrás de cada variedad hay agricultores que han conservado las semillas por generaciones, manteniendo viva una práctica ancestral que conecta pasado y presente.
Con este primer envío, Perú abre el camino para proteger en la bóveda de Svalbard más especies nacionales. Es un esfuerzo que fortalece la seguridad alimentaria y evidencia el compromiso del país con la conservación de su patrimonio genético.
El MIDAGRI reafirma así el papel del Perú como uno de los países con mayor biodiversidad agrícola del mundo, una nación que no solo produce alimentos únicos, sino que también actúa para garantizar su sobrevivencia. Las semillas enviadas al Ártico no son solo muestras biológicas; son símbolos de esperanza, conocimiento y continuidad, resguardados bajo el hielo para recordar al mundo que en cada grano de ají late una historia que merece ser preservada.