
La mañana del domingo en el Museo del Louvre en París transcurría con la habitual afluencia de visitantes: filas serpenteantes, cámaras capturando los primeros rayos solares sobre la Venus de Milo, y murmullos expectantes en torno a la sonrisa de la Mona Lisa. Sin embargo, aproximadamente media hora después de la apertura, la rutina se vio quebrada por un violento incidente: un grupo de ladrones irrumpió en las entrañas del museo, forzando una ventana para acceder directamente a la Galería de Apolo, donde se exhiben las joyas de la Corona francesa.
En el patio de cristal, la confusión era palpable mientras los visitantes, desorientados, eran evacuados rápidamente. Una guía turística intentaba mantener la calma en medio del caos, explicando en inglés que estaban a mitad del recorrido cuando, de repente, debieron salir sin saber exactamente qué había ocurrido.
Un video captó la escena: turistas caminando en fila hacia las salidas, el eco de la incertidumbre en los corredores, y la búsqueda de respuestas en las caras de los presentes. La policía cerró los accesos y, en cuestión de minutos, las autoridades forenses tomaron control del lugar.
Entre las 09:30 y las 09:40 horas, una banda de entre tres y cuatro hombres actuó con precisión, usando brazos articulados para abrirse paso desde el exterior. Armados con sierras eléctricas, rompieron las vitrinas que guardaban diamantes históricos, joyas reales y piezas únicas de gran valor cultural y simbólico. La operación duró exactamente siete minutos, demostrando una planificación meticulosa.
Los ladrones lograron sustraer varias piezas, incluyendo la corona de la emperatriz Eugenia, que fue encontrada destrozada a poca distancia del museo durante la fuga. La policía logró recuperar uno de los objetos en las cercanías, mientras que el botín aún está en evaluación.
El incidente dejó al Louvre en completo desconcierto; no hubo heridos, pero sí una sensación profunda de vulnerabilidad. La ministra de Cultura, Rachida Dati, expresó su pesar por la pérdida, resaltando que las piezas robadas forman parte del patrimonio colectivo de Francia.
Las imágenes del robo se difundieron rápidamente en redes sociales y medios internacionales, mostrando a turistas afectos y militares patrullando la explanada. La galería afectada incluye diamantes como Regent, Sancy y Hortensia, además de un famoso collar de esmeraldas y diamantes de la emperatriz María Luisa.
La respuesta policial fue inmediata: equipos especializados asumieron el control de la escena y reforzaron la seguridad en el museo, que durante horas se convirtió en un escenario forense. Paralelamente, las actividades cotidianas en París continuaban con barcos turísticos en el Sena y vendedores ambulantes en las calles cercanas.
La tragedia adquiere un tinte adicional si se considera el contexto: en 2024, el Louvre recibió 8.7 millones de visitantes, en su mayoría extranjeros, y numerosos sindicatos y empleados habían alertado previamente sobre la fragilidad en la seguridad del museo ante el incremento del turismo y la falta de recursos.
No es la primera vez que el museo enfrenta robos de esta magnitud; en años recientes, otros museos franceses han sufrido asaltos similares, lo que evidencia vulnerabilidades que aún no han sido completamente abordadas. La desaparición de la Mona Lisa en 1911, por ejemplo, es el robo más emblemático en la historia del Louvre, que contribuyó a fortalecer la leyenda del museo.
En respuesta, el Estado anunció en 2023 un gasto de 700 millones de euros para modernizar la infraestructura del Louvre y crear una galería exclusiva para la Mona Lisa en 2031. Sin embargo, trabajadores del museo advierten que la sensación de inseguridad persiste para quienes trabajan día a día en sus salas, enfrentando riesgos invisibles que requieren una atención urgente.