Aguas negras rodean los hogares de San Lucas Tunco, en Metepec, donde las familias han aprendido a convivir con el riesgo de inundaciones que forma parte de su vida diaria. Situado en los límites con San Mateo Atenco y junto al río Lerma, este sector parece haberse construido sobre el propio cauce del agua. Las recientes tormentas, originadas por huracanes y fenómenos meteorológicos, han elevado el nivel de las aguas, empeorando la situación.
Durante un recorrido por la zona, se constató cómo el agua turbia, mezclada con residuos sólidos y lirio acuático, escala las paredes exteriores de las viviendas, alcanzando más de un metro de altura. Para muchas familias, el agua se ha vuelto un vecino permanente. Varias casas han quedado inhabitables, con las lluvias infiltrándose en sus interiores y obligando a sus habitantes a abandonarlas. Hoy, esas viviendas permanecen cubiertas por maleza, con manchas negras en sus paredes, evidencias de la humedad y el deterioro.
A pesar de ello, muchas familias continúan construyendo o reforzando sus casas, elevando los pisos y adoptando técnicas para prevenir nuevas inundaciones. Una vecina comentó: ‘A veces cuando llueve fuerte, sí da miedo, pero confiamos en que la tormenta pasará’.
Para los residentes, vivir en San Lucas Tunco no es una elección, sino una herencia. Los terrenos, donados por sus padres tras años de esfuerzo, están ahora amenazados por las aguas. Un vecino explicó: ‘Comprar un terreno es caro y vender este tampoco se me hace justo después de tanto esfuerzo que hicieron mis papás’, mientras mezcla cemento para reforzar su vivienda.
Las aguas contaminadas del río también generan riesgos para la salud. Padecimientos como diarrea, infecciones gastrointestinales, lesiones en la piel, fiebre y náuseas son comunes entre la población. La exposición constante a estas condiciones representa un peligro, especialmente para niños y adultos mayores.
Al cruzar la avenida frente a las casas, lo que antes eran terrenos de cultivo ahora es una ciénega que hospeda patos, plantas, caballos y vacas. Los habitantes cuidan de estos animales, que también les sirven como fuente de ingresos. Sin embargo, la presencia de fauna y flora en el área aumenta el riesgo de desbordamiento y tragedia.
Para prevenirlo, los vecinos colocan montículos de tierra como barreras improvisadas. Una vecina advirtió: ‘Se ve muy bonito, pero también ya tiene mucha agua’.
En agosto de 2024, decenas de familias tuvieron que ser evacuadas tras una inundación que dañó electrodomésticos, muebles y pertenencias. La amenaza de que se repita ese episodio aún persiste, y las familias esperan que la naturaleza les dé una tregua en esta difícil situación.