El mar ha adquirido un papel estratégico cada vez más relevante en la dinámica geopolítica global, evidenciado en recientes acontecimientos en el Mar Rojo, el estrecho de Bab el-Mandeb, el Mar del Sur de China y el Mar Negro. Estas situaciones no solo confirman su importancia operativa, sino que también muestran que el mar ha dejado de ser un simple medio físico para convertirse en un espacio de poder, influencia y disputa por la soberanía.
La frontera marítima trasciende lo cercano, configurándose como una interfaz abierta que se extiende más allá del horizonte inmediato hacia espacios distantes, donde convergen intereses globales, rutas críticas y escenarios de competencia silenciosa, con amenazas potenciales que no siempre provienen del vecino más próximo.
En Argentina, el enfoque está generalmente centrado en la pesca, pero la realidad marítima va mucho más allá de esa actividad. La complejidad del entorno marítimo involucra superficie, subsuelo y espacio aéreo, articulando soberanía, geopolítica y estrategia, además de tránsito, comercio, exploración, investigación científica, vigilancia, disuasión y control.
Por ello, se requiere una visión estratégica que reconozca la naturaleza multidimensional del entorno marítimo y la necesidad de capacidades tecnológicas, adaptativas y persistentes para su monitoreo efectivo. La coexistencia de actores con agendas divergentes en el mar —desde tareas científicas hasta exploraciones no autorizadas o tránsito con fines comerciales y militares— hace que el escenario sea de competencia silenciosa en el que la vigilancia y presencia efectiva son fundamentales.
Fortalecer estos conceptos en toda la sociedad, desde políticos hasta ciudadanos, es clave para consolidar una conciencia marítima que reconozca el valor estratégico del espacio y la importancia de protegerlo con decisión y conocimiento.
La incorporación del segundo sistema Orión impulsa significativamente las capacidades argentinas de vigilancia y control del espacio marítimo. Dotado de sensores de largo alcance, capacidad de patrullaje prolongado y sistemas de detección, permite ampliar el horizonte operativo del país. La motivación que genera en los miembros de la Armada, especialmente en los pilotos más jóvenes, refuerza su identidad profesional y su compromiso con la misión.
Más allá de su valor operativo, el Orión simboliza la voluntad estratégica del Estado. Su presencia en el litoral fortalece la respuesta a amenazas y envía una señal clara de compromiso con la soberanía, el control del espacio marítimo y la defensa de los intereses nacionales en un escenario cada vez más disputado.
No obstante, esa voluntad no debe limitarse solo a lo operativo: requiere de una política nacional de defensa de largo plazo, coherente, estable y articulada con los desafíos del siglo XXI. Lamentablemente, las administraciones recientes no han abordado esta tarea con la profundidad necesaria.
Su formulación, con aportes de todas las fuerzas políticas y fuera de coyunturas partidarias, sería la expresión de un interés estratégico compartido. Esta política facilitaría la planificación, garantizaría recursos y promovería una continuidad institucional esencial para enfrentar desafíos geopolíticos y salvaguardar espacios vitales.
El Vicealmirante Segundo Storni resaltaba que la política naval debe arraigarse en toda la Nación y convertirse en una inspiración constante, para asegurar su continuidad y eficacia. La incorporación de medios como el sistema Orión no solo es una inversión estratégica para proyectar el futuro, sino también un acto que condiciona su éxito a la estabilidad política y presupuestaria.
Concebida como una política de Estado, esta decisión refleja la madurez de una cultura de defensa y refleja una visión integral que incluye los intereses marítimos como núcleo estratégico. La diferencia entre el Congreso de Diputados, con una comisión específica para intereses marítimos, y el Senado, donde el tema está subsumido en otros ámbitos, evidencia la necesidad de otorgar mayor jerarquía institucional a los asuntos marítimos.
La vigilancia del mar debe ser una tarea permanente e integral, que abarque múltiples dimensiones. En un escenario de competencia global y cambios geopolíticos, proteger el mar implica cuidar rutas, recursos y la capacidad de decisión en un entorno cada vez más disputado. Esto requiere una política de defensa coherente que articule medios, voluntades e instituciones, y que sustente una cultura de vigilancia activa y presencia persistente.
Custodiar el mar es una tarea que reafirma la soberanía, proyecta el futuro y consolida la autonomía nacional. La defensa del mar es, en definitiva, una manera de construir un país soberano en un escenario mundial en constante cambio. Para ello, la presencia activa, la voluntad política y una planificación estratégica sostenida son imprescindibles.
El mar demanda doctrina, presencia y decisión. Quien lo vigila, lo entiende. Quien lo entiende, lo protege. Tener una política de largo plazo, con visión estratégica y respaldo institucional, es esencial para garantizar que Argentina mantenga su soberanía y su protagonismo en el escenario oceánico internacional.