Hace un año, las peores inundaciones en la historia reciente de Chalco cambiaron para siempre la vida de miles de habitantes. En colonias como Culturas de México y Jacalones, todavía permanecen vivos los recuerdos del agua que alcanzó casi dos metros de altura, así como los daños en viviendas, calles y patrimonio familiar.
Una historia emblemática es la de Doña Elvia, quien junto con sus hijos ha invertido más de 180 mil pesos para rehabilitar su vivienda ubicada en la esquina de Zapotecas y Chalchiuhtlicue. La emergencia se desencadenó en 2024, a raíz del colapso del Colector Solidaridad, que afectó a más de seis colonias y dejó a varias familias sin hogar.
Doña Elvia relata que la inundación no solo devastó muebles y paredes, sino también impactó la salud mental y la seguridad de su familia. Su hijo, quien es ciego a causa de un asalto, no podía habitar su habitación por el daño: “El plafón se vino abajo, se filtraba agua por todos lados, tuvimos que comenzar de cero con su cuarto”, compartió.
Además del daño estructural, enfrentaron la contaminación del agua, en procesos que incluyeron desinfectar cimientos, cambiar pisos y marcos podridos, limpiar una cisterna contaminada y reemplazar gran parte de la infraestructura de la planta baja.
De los costos totales, solo 48 mil pesos provinieron de apoyos gubernamentales, entre ellos 40 mil pesos del programa de Mejoramiento de Vivienda para el Bienestar, dentro del Plan Integral para la Zona Oriente del Estado de México.
Aunque el gobierno federal y estatal intervinieron con obras hidráulicas nuevas, como colectores de alivio y la reconstrucción del colector principal, los vecinos como Elvia viven con la incertidumbre de que las lluvias intensas puedan repetirse.
“No sabemos si esto volverá a pasar. Hicieron colectores, pero aquí seguimos con miedo cada vez que llueve fuerte”, comenta mientras muestra los avances en su remodelación, aún en proceso.
Otros colonos coinciden. Octavio, por ejemplo, señala que hace falta implementar un programa integral de seguimiento: “El colector ya funciona, pero las calles están destrozadas y nadie quiere hacerse cargo”, manifestó.
Las secuelas de las inundaciones también impactaron la seguridad pública. Varias viviendas quedaron abandonadas tras la contingencia, y algunas han sido invadidas o usadas para actividades delictivas. Además, se han reportado aumentos en asaltos violentos en calles oscuras o con infraestructura dañada.
En la intersección de avenida Solidaridad y Chalchiuhtlicue, donde se instaló un colector de alivio temporal, la calle quedó prácticamente intransitable tras retirar el equipo. Los vecinos han solicitado la repavimentación, pero las autoridades estatales y municipales se culpan mutuamente y no hay soluciones visibles.
A pesar del miedo persistente, los habitantes reconocen que este año han experimentado mayor tranquilidad. Ya no viven con la preocupación constante de despertar con el agua al cuello, pero el coste emocional y económico del desastre continúa siendo alto, y la recuperación plena aún parece lejana.
“Podemos dormir tranquilos, sí, pero no dejamos de pensar que podría volver a pasar”, concluye Doña Elvia, quien observa los avances en su casa reconstruida con esfuerzo, préstamos y esperanza.